Bruma envolvente, aroma penetrante, anhelado, anuncio silencioso que se extiende más allá del espacio visible, preludio de la ansiada comunión del alimento.
Ritmo burbujeante y reposado, conocido, agradable, tranquilizador.
Mesa desnuda solícita y deseosa del vestido inmaculado.
Cucharas impacientes en espera del comienzo de la inminente danza para el que fueron creadas.
Duelo de cuchillos y tenedores, vals de cristales y lozas.
Las dos: es la hora.
Una mirada supervisora recorre la estancia.
Los pulmones se llenan de aire y por fin resuena la esperada llamada al concierto diario:
¡A comer!
Rosa Sala Máñez
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